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El último adiós al Papa Francisco: un funeral multitudinario que unió al mundo entre lágrimas, plegarias y memoria

El último adiós al Papa Francisco: un funeral multitudinario que unió al mundo entre lágrimas, plegarias y memoria

En un ambiente colmado de solemnidad, emoción y profunda reverencia, el mundo entero se reunió este sábado en la Plaza de San Pedro para dar el último adiós al Papa Francisco. El primer pontífice latinoamericano y jesuita de la historia fue despedido por una multitud de más de 250 mil personas que, entre lágrimas, oraciones y aplausos, participaron de la Misa Exequial presidida por el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re.

La ceremonia, que comenzó a las 10:00 a.m. hora local, contó con la participación de 980 concelebrantes entre cardenales, obispos y sacerdotes de todos los rincones del mundo. Entre los asistentes se encontraban más de 160 delegaciones oficiales, incluidos 50 jefes de Estado, 10 soberanos reinantes y decenas de líderes internacionales. En primera fila, el presidente de Argentina, Javier Milei —sucesor en la tierra natal del Papa Francisco—, junto a figuras como la primera ministra italiana Giorgia Meloni, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil, Volodímir Zelenski de Ucrania, el secretario general de la ONU António Guterres y el príncipe Guillermo de Inglaterra.

La ceremonia comenzó con la salida del féretro de madera del Papa, trasladado desde el interior de la Basílica de San Pedro por los sediarios pontificios mientras el coro entonaba la súplica litúrgica: “Concédele Señor el descanso eterno y brille para él la luz perpetua.” En la plaza, más de 200 feligreses —incluyendo personas privadas de libertad y migrantes— lo recibieron con un sentido aplauso, símbolo del cariño que el papa supo cultivar a lo largo de sus 12 años de pontificado.

Las lecturas litúrgicas reflejaron la universalidad de la Iglesia: la primera en inglés, el salmo en latín, la segunda lectura en español y la homilía en italiano. Esta última, pronunciada por el cardenal Re, recordó los momentos más significativos del pontificado de Francisco, destacando su cercanía con los más pobres, su estilo pastoral humilde y su incansable lucha por una Iglesia abierta, inclusiva y al servicio de los más vulnerables.

Re, visiblemente conmovido, evocó las últimas apariciones públicas del papa, en especial la del pasado Domingo de Pascua, cuando, pese a su delicado estado de salud, Francisco se asomó al balcón de la Basílica para impartir la bendición “Urbi et Orbi” y luego descendió a la plaza para saludar a los fieles. “Su última imagen permanecerá en nuestros ojos y corazones”, dijo.

El féretro fue luego trasladado en un papamóvil descubierto, el mismo que utilizó durante su visita a Filipinas en 2015, hacia la Basílica de Santa María la Mayor, lugar elegido por él mismo como su morada final. Allí fue escoltado por la Guardia Suiza y recibido por 40 invitados especiales —sin techo, migrantes, reclusos y personas transgénero—, seleccionados por Caritas y la comunidad de Sant’Egidio, reflejando la opción preferencial del pontífice por los marginados.

La decisión de ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, en una tumba sencilla con una lápida que lleva únicamente la inscripción “Franciscus”, fue coherente con su visión del papado: un servicio humilde, alejado del poder y más cercano al pueblo. Francisco había visitado frecuentemente este templo mariano, especialmente devoto de la imagen de la Salus Populi Romani, ante la cual rezaba antes y después de cada viaje apostólico.

A lo largo de la semana, más de 250 mil personas desfilaron por la capilla ardiente en la Basílica de San Pedro, donde se instaló su cuerpo para la veneración pública. A pesar de que el Vaticano mantuvo la basílica abierta durante la noche, miles quedaron fuera por la gran afluencia. Algunos fieles acamparon en plazas aledañas para asegurar su lugar en el funeral.

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La seguridad fue reforzada por más de 2,500 agentes policiales y 1,500 soldados, además de helicópteros y patrullas navales, dada la magnitud del evento. Las calles de Roma fueron testigo de un cortejo fúnebre que fue aplaudido y vitoreado por decenas de miles al grito de “¡Papa Francesco!”.

En vida, Francisco expresó su deseo de simplificar los ritos papales, alejándose de los excesos ceremoniales que marcaron funerales anteriores. Así, su despedida fue un reflejo de su legado: un pontífice cercano, sensible a las periferias existenciales, defensor incansable de los derechos de los olvidados y promotor de una Iglesia que acompaña, escucha y sirve.

Ahora, tras su fallecimiento el pasado lunes de Pascua a los 88 años, víctima de un derrame cerebral mientras se recuperaba de una neumonía, el Vaticano se prepara para una nueva etapa. En los próximos días se iniciará el cónclave para elegir a su sucesor. Durante este interregno, la administración eclesiástica estará en manos del Colegio de Cardenales, presidido por Giovanni Battista Re.

El legado del Papa Francisco, sin embargo, continuará más allá de su tumba. Sus gestos de humildad, su compromiso con los pobres y su voz profética en favor de la justicia social han dejado una huella imborrable en la historia de la Iglesia y del mundo contemporáneo.

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