La historia arrancó en Ohio, pero sus efectos se sienten ya en despachos, salas de consejo y líneas de producción a miles de kilómetros, del corredor industrial de Nuevo León a los parques maquiladores del Estado de México. La bancarrota de First Brands, acompañada de señalamientos de un supuesto fraude de su fundador por hasta 2,300 millones de dólares y pasivos que superan los 10,000 millones de dólares, abrió una incómoda ventana al nivel de exposición del capital mexicano frente a riesgos corporativos en Estados Unidos.; entonces: Riesgo en México por quiebra de First Brands
El riesgo en México por quiebra de First Brands no se limita a un dato contable: detrás de los números hay cadenas de producción, empleos y decisiones de inversión que hoy se revisan con lupa. Para muchas empresas, este episodio se convirtió en un recordatorio abrupto de que la integración bajo el T-MEC también implica compartir vulnerabilidades cuando un eslabón clave se rompe.
Riesgo en México por quiebra de First Brands, los bancos en la línea de fuego
En la lista de acreedores aparecen nombres que pesan en el sistema financiero mexicano: Santander, BBVA, Banregio y Actinver, este último en su papel de fiduciario vinculado al fideicomiso inmobiliario Fibra Nova, vehículo que expone cómo el riesgo viaja desde una planta de autopartes hasta el mercado de bienes raíces. En el caso de Santander, documentos judiciales en Estados Unidos revelan exposiciones de decenas de millones de dólares ligadas a operaciones estructuradas en México y Brasil, una muestra de cómo la búsqueda de rendimiento puede empujar a los bancos a estructuras complejas que, en momentos de crisis, dejan ver todos sus ángulos.
Aunque para gigantes como BBVA el golpe luce manejable dentro de portafolios diversificados, el episodio llega en un contexto de mayor escrutinio sobre la calidad de los activos y la concentración de riesgos sectoriales. Para jugadores medianos, la lección es más áspera: cada línea de crédito otorgada a vehículos vinculados con First Brands Group hoy se revisa no solo en términos de recuperación, sino de reputación y cumplimiento regulatorio.
El impacto a las maquiladoras mexicanas
La parte más frágil de esta historia está lejos de los rascacielos financieros y más cerca de las naves industriales donde se ensamblan piezas que rara vez llevan el logo de la empresa que las termina vendiendo. La mayoría de las firmas afectadas son medianas y pequeñas maquiladoras del sector automotriz y ramas afines, instaladas en estados como Nuevo León, Tamaulipas, Jalisco, Querétaro y el Estado de México, que hoy enfrentan el riesgo de registrar como pérdida lo que hasta hace unos meses consideraban cuentas por cobrar seguras.
Para estas compañías, la quiebra de su cliente ancla se traduce en problemas de flujo de efectivo, renegociación urgente con bancos locales y la necesidad de recortar o reordenar plantillas laborales para sostenerse a flote. En más de una gerencia financiera, el caso se está utilizando como ejemplo para replantear políticas de crédito a clientes internacionales, exigir mayores garantías y limitar la dependencia de un solo comprador, por poderoso que parezca.
Fraude, financiamiento oculto y efecto dominó
La demanda presentada por First Brands contra su fundador, Patrick James, por presuntos fraudes repetidos durante años, puso el reflector sobre esquemas de financiamiento fuera de balance que habrían servido para inflar liquidez y esconder la verdadera magnitud de su deuda. Los montos evaporados, calculados en hasta 2,300 millones de dólares, no solo afectan a bancos globales y fondos sofisticados; también arrastran a proveedores industriales que confiaron en estados financieros auditados y en la reputación de un jugador considerado “seguro”.
A esto se suma la investigación de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) sobre Jefferies y su fondo Point Bonita, que concentró cientos de millones de dólares en instrumentos ligados a First Brands, levantando dudas sobre si los inversionistas fueron informados con suficiente claridad del riesgo que asumían. Lo que para algunos era un producto financiero atractivo basado en cuentas por cobrar terminó convertido en un caso de estudio sobre cómo un colapso corporativo puede atravesar fronteras regulatorias y golpear patrimonios en varios países.
¿Qué es lo que corre peligro en México?
El riesgo en México por quiebra de First Brands tiene varias capas: en la superficie, la preocupación inmediata por las pérdidas que enfrentarán bancos, fondos y proveedores; más al fondo, una discusión urgente sobre cómo se evalúa el riesgo cuando la contraparte opera bajo jurisdicciones extranjeras. Para el sistema financiero, la prioridad será reforzar los modelos de análisis de crédito transfronterizo, evitar concentraciones excesivas y exigir mayor transparencia en estructuras de financiamiento complejas, especialmente aquellas que descansan en inventarios y cuentas por cobrar difíciles de rastrear.
En el terreno productivo, la conversación ya gira en torno a diversificar clientes, negociar mejores plazos y blindar contratos para reducir el impacto de una eventual insolvencia de compradores clave. En la práctica, esta crisis opera como una llamada de atención: la integración con Estados Unidos es una ventaja competitiva que México no puede darse el lujo de perder, pero necesita ir acompañada de una cultura de gestión de riesgo tan robusta como la capacidad industrial que se ha construido en las últimas décadas.
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