A las puertas del Congreso de la Unión, el ruido de los motores compite con los reclamos de certidumbre jurídica, precios justos y respeto a la voz de quienes trabajan la tierra, por lo tanto, legan protestas de productores a San Lázaro.
Llegan protestas de productores a San Lázaro: el día que el campo tocó la puerta del Congreso
La mañana apenas se acomodaba sobre la Ciudad de México cuando la columna de tractores comenzó a hacerse visible en los accesos a San Lázaro. Llegan protestas de productores a San Lázaro desde Veracruz, Puebla y Tlaxcala, muchos tras horas de carretera, con la consigna de no volver a sus comunidades sin una respuesta clara sobre el futuro del agua que sostiene sus cultivos. Entre lonas, carteles y banderas improvisadas, el mensaje se repite: sin agua no hay cosecha, y sin cosecha no hay manera de sostener el campo ni a las familias que dependen de él. Así entonces, llegan protestas de productores a San Lázaro.
La escena frente a la Cámara de Diputados combina la imagen de maquinaria pesada con la de pequeños agricultores que, acostumbrados a las madrugadas de siembra, hoy madrugan para intentar mover una ley. Llegan protestas de productores a San Lázaro en un tono firme, pero con la intención declarada de que la movilización se mantenga pacífica, mientras las y los manifestantes se organizan por estados, rutas y comisiones de diálogo para no perderse en el laberinto institucional de la capital.
Caravana de estados del campo a la capital
La columna de tractores no nació en la ciudad, sino en los bordes rurales donde el conflicto por el agua dejó de ser una preocupación técnica para convertirse en un punto de quiebre político. Productores agrícolas de la región conformados en la Alianza Agrícola Pu‑Ve‑Tax decidieron salir a protestar hacia el corazón legislativo del país.
En el trayecto se fueron sumando otros contingentes que ya mantenían bloqueos intermitentes en autopistas y casetas, hasta conformar una movilización que, más allá del número de tractores, empezó a pesar por su capacidad de interrumpir la rutina de transporte de mercancías y pasajeros. Esa presión vial es también un mensaje político: el costo de no escuchar al campo se paga en cada kilómetro de tráfico detenido y en cada ruta desviada para eludir los cierres.
El tema con la Ley de Aguas Nacionales
El eje de la inconformidad es la iniciativa de reforma a la Ley de Aguas Nacionales, cuyo dictamen se discute en comisiones y que, de avanzar, redefiniría reglas clave sobre concesiones, pozos y sistemas de riego en todo el país. Desde las organizaciones rurales se acusa que el proyecto es ambiguo, abre la puerta a que numerosos aprovechamientos sean catalogados como irregulares y deja a los pequeños y medianos productores ante una incertidumbre que no solo es jurídica, sino directamente productiva.
En voz de los manifestantes, la discusión ya no se limita a tecnicismos sobre coordenadas o títulos, sino a la posibilidad de mantener viva la inversión en infraestructura de riego y la herencia de parcelas que dependen del acceso al agua. Al mismo tiempo, el debate se cruza con exigencias de mejores condiciones para los granos básicos, mecanismos claros de transmisión de derechos hídricos dentro de las familias campesinas y garantías de que los proyectos industriales no se impondrán sobre las comunidades que llevan décadas produciendo en los mismos territorios.
En este contexto, la reforma se percibe como un parteaguas: puede convertirse en un instrumento de orden y equidad, o en el detonante de un conflicto prolongado entre el sector rural y el poder político si se aprueba sin incorporar las preocupaciones sobre la explanada legislativa.
San Lázaro cercado: política, tráfico y negociación
Mientras los tractores se acomodan en calles como Eduardo Molina y las inmediaciones del recinto parlamentario, el mapa vial de la zona se redibuja con cierres, desvíos y caos vehicular. Toda una ciudad es obligada a convivir con la protesta.
Dentro del Congreso de la Unión, la respuesta institucional se ha concentrado en abrir y reactivar mesas de trabajo con representantes del movimiento, con la promesa de revisar, artículo por artículo, los puntos más delicados de la iniciativa. Legisladores de distintas bancadas reconocen la necesidad de ajustar el texto, pero los productores advierten que no basta con buenos discursos: piden cambios visibles en el dictamen, cronogramas claros y compromisos por escrito antes de desmontar los plantones o liberar los tramos carreteros que mantienen bajo presión al país.
Un conflicto que rebasa la coyuntura
Detrás de la coyuntura legislativa late un reclamo acumulado por año fue siempre la última prioridad presupuestal, y las comunidades rurales estuvieron obligadas a recurrir a la protesta para que su voz alcance los micrófonos nacionales. Las caravana de tractores revelan que la discusión sobre el agua es, al mismo tiempo, una discusión sobre modelos de desarrollo, distribución de recursos y el lugar que ocupa la producción de alimentos en la agenda de un país que convive con sequías, sobreexplotación de acuíferos y presiones industriales crecientes.
En los próximos días, el desenlace dependerá de la capacidad del Congreso para procesar las demandas y de la decisión de los agricultores de escalar o no un movimiento que ya baraja la idea de un plantón permanente y nuevos cierres en carreteras.
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